lunes, 20 de diciembre de 2010

EVOLUCION DEL COMERCIO INTERNACIONAL EN EL PERU


El comercio virreinal en el Perú estuvo basado en el monopolio debido al carácter exclusivista y mercantilista que prevaleció en la economía. Por efecto del monopolio, solo España podía comerciar con sus colonias. Con tal propósito, se creó en Sevilla la llamada Casa de Contratación en 1503, organismo encargado de velar por el cumplimiento del monopolio. Además, en cada virreinato  funcionaba una institución llamada Tribunal del Consulado, que controlaba el movimiento comercial e intervenía en todo lo relacionado a él .
  
  
Monopolio Comercial del Virreinato del Perú
En 1561, Felipe II establece que los únicos puertos para el trafico comercial fueran Sevilla en España, Veracruz, en México y Callao en el Perú, en tanto que Cartagena y Panamá eran tenido como puertos de tránsito.
En cumplimiento de esta disposición, anualmente salían de Sevilla dos grupos de barcos cargados de mercaderías y escoltados por otros barcos de la marina de guerra española. El grupo de barcos que iba a México tomaba el nombre de flota y arribaba a Veracruz. Los que venían al Perú tomaban el nombre de galeones y llegaban, primero, al puerto de Cartagena y, de allí, pasaban al puerto de Portobelo, Allí en Portobelo, se realizaba una gran feria, a la que asistían los comerciantes limeños que hacían su arribo a este lugar, mediante la llamada Armada del Mar del Sur, hasta Panamá, y, luego, por tierra, atravesaban el istmo para llegar a Portobelo . Efectuadas las compras y ventas en Portobelo, los comerciantes se embarcaban, nuevamente, en la Armada del Mar del Sur y arribaban al Callao desde donde enviaban las mercaderías por tierra a los pueblos y ciudades del interior del virreinato como Arequipa, Cuzco, Charcas, Buenos Aires, Santiago y Montevideo. De esta manera, el Virreinato del Perú se convierte en eje comercial de la colonia. El Callao como puerto autorizado mantuvo sus preeminencia sobre otros puertos menores, tanto de la costa del Pacifico, como el Atlántico.
El monopolio no dio resultado para España; en cambio, fomentó el comercio ilícito, de contrabando, a cargo de ingleses, franceses y holandeses. Los barcos de los países contrabandistas arribaban a puertos menores, así como también a caletas y embarcaderos, desde donde se introducía la mercadería a los poblados aledaños y ciudades del interior del Virreinato, lugares estos en los que se daba el caso de mayor aceptación de estos productos que se expandían a un precio sumamente bajo en relación a los mismos artículos traídos por los mercaderes españoles. La mayor intensidad de este comercio ilícito se manifestó en los puertos del Atlántico, llámese Montevideo y Buenos Aires; esto es explicable por la lejanía en que se encontraban con respecto a la capital del virreinato, Lima, y al puerto de entrada autorizado que era el Callao. Se ha llegado a estimar que por cada 2 mil toneladas de comercio lícito entraban al Virreinato del Perú 13 mil toneladas ilícitas, es decir, de contrabando.
Rompieron también el monopolio comercial los terribles corsarios (que robaban para beneficiar a sus propios países o determinada nación europea), como los feroces piratas (que lo hacían para su propio provecho). Tanto corsarios como piratas fueron el terror de los mares y de los puertos españoles.
En un país como el Perú, con diversidad geográfica, hídrica, y biológica, que constituye una de sus principales riquezas, que posee 84 de las 104 zonas de vida existentes en el planeta; más el guano de las islas, el salitre, el oro, plata y otros recursos naturales importantes, determinaron que muchos europeos, entre ellos Croatas del Adriático, se animaran a emigrar libremente al Perú.
Fue el Guano de las Islas, redescubierto por el francés Héctor Becque, en 1,790, la fuente de riqueza que solucionó casi todo el problema económico peruano. Becque, abrió su oficina en la Noria, en 1,930, siguiéndole el empresario Alejandro Gildemeister y otros, iniciándose así la explotación en gran escala de esta riqueza que se encontraba muy cerca a las islas desiertas de la costa sur del Perú. El guano como abono era conocido por los Incas, y los agricultores de los valles costeños lo usaban como fertilizante.





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